lunes, 17 de noviembre de 2014



Gustavo Faverón Patriau (31 de diciembre 1966), escritor y crítico literario, es autor de "El Anticuario", una novela que ha recibido muy buenas críticas, entre ellas las del Nobel peruano Mario Vargas Llosa, quien dijo “Al final de la lectura uno queda descontrolado y alucinando (…). El anticuario es una novela ambiciosa y difícil, que exige lectores cultos e inteligentes”. También es catedrático de literatura en el prestigioso Bowdoin College, en Maine, donde reside actualmente, y desde donde responde al cuestionario de escritores del blog de Eterna Cadencia

1. ¿Qué autor joven recomiendas y por qué?

¿Vale decir Rimbaud? Para ser sincero, diré que con el tiempo me he vuelto cada vez menos lector de novedades, o, en todo caso, descubro que las novedades que me interesan están esperándome en las bibliotecas más que en las librerías, y casi en todos los casos están ahí desde hace muchos, muchos años. Pero la pregunta es clara y merece una respuesta menos esquiva. Creo que mencionaría a la mexicana Valeria Luiselli. Quizá en mi elección tenga algo que ver el hecho de que en estos días estoy leyendo los cuentos completos de M.R. James y me alegra encontrar en Valeria Luiselli una mirada tan distinta sobre el tema del fantasma, que no es demasiado frecuente en la literatura latinoamericana en general, pero sí bastante en la mexicana.

2. ¿Qué canción deberían poner en tu velatorio?

Curiosamente las dos primeras canciones que se me ocurren son canciones dedicadas a Pablo Picasso, que hubieran tenido más sentido en su funeral que en el mío pero que no estaban escritas cuando él se murió. Me refiero a «Picasso´s Last Words(Drink to Me)» de Paul McCartney and Wings, y a «Pablo Picasso», no en la famosa versión de David Bowie, sino en la original de Jonathan Richman and The Modern Lovers. ¿Qué tengo que ver yo con Picasso? Nada, obviamente. Si pudiera añadir una más tendría que ser «Bad Days», de The Flaming Lips. Sólo porque es una canción tonta y estoy seguro de que las circunstancias de mi muerte serán tontas también.

3. ¿Cuántas horas por día lees?

Leer cualquier cosa, incluyendo la red y los ensayos de mis alumnos y las cosas que trabajo en mis cursos —soy profesor de literatura latinoamericana—, yo diría que unas ocho o diez horas diarias. Suena a mucho pero en verdad no lo es y debe ser una cantidad similar a la que pasa frente a la computadora cualquiera que esté obsesionado con la red. Pero leer libros libremente (perdonen la aliteración involuntaria), tal vez unas tres o cuatro horas diarias, no más, sobre todo las últimas horas de la noche.

4. ¿Cuándo defines que un libro (o una novela o un cuento) está terminado?

Cuando reescribo el primer capítulo. Normalmente he llegado al último siguiendo malamente un plan y reescribir el primer capítulo o añadir un capítulo inicial es lo que me da la seguridad de que está terminado. Lo mismo cuando escribo una ficción que cuando es un libro de ensayos o un libro académico.

5. ¿Cuál es tu mejor defecto?

Soy inmensamente autocrítico. Eso me lleva, por el lado bueno, a no aceptar ninguna salida fácil cuando escribo, pero, por el lado malo, me lleva a semanas y meses de parálisis, de los que no siempre salgo con el resultado que esperaba. Por eso he llegado a descartar libros después de haber escrito más de doscientas páginas, pero, por otra parte, hace que no me avergüence mucho de los que he podido terminar.

6. ¿Cómo es tu idea de felicidad absoluta?

El desempleo sin preocupaciones económicas, claramente. O por lo menos tener un trabajo que me permita muchas horas de libertad.

7. ¿Qué película basada en un libro recomiendas?

Son demasiadas pero la primera que se me pasa por la cabeza siempre que se menciona el tema de las adaptaciones es El proceso de Orson Welles, que es casi tan inquietante como la novela de Kafka. Por el camino opuesto, admiro el talento que tenía Hitchcock para convertir libros medianos o incluso mediocres en películas extraordinarias, como ocurre con Los pájaros o Psicosis o el talento de Kubrick para inventar una gran película a partir de un libro sin pretender copiarlo, usando el libro como punto de partida para una cosa muy diferente, como hizo con Barry Lyndon o Lolita o 2001, pero, sobre todo, con El resplandor, que en sus manos pasó de ser una fábula de horror clásico a ser una profecía sobre el horror del siglo veintiuno y una reflexión sobre el oficio del escritor y una metáfora de la soledad y tantas otras cosas.

8. ¿Qué libro robaste? (En el sentido que quieras tomar la palabra “robar”)

Cuando tenía diecinueve años formaba parte de un clan de ladrones de librerías. Sería demasiado trabajo (y demasiado arriesgado) enumerar los botines.

9. ¿Nos mandas una foto de tu biblioteca?


Si quieren una sin mí, tendré que tomarla ahora. Si aceptan una con mi incómoda presencia les mando ésta.

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