martes, 15 de julio de 2014

Unámonos, pesimistas del mundo!



A partir de Lamentaciones de un prepucio, Shalom Auslander dejó de ser un importante columnista serio de publicaciones en The New York Times y The New Yorker, y se convirtió en el escritor excéntrico e hilarante que se rebela contra el atavismo ortodoxo en el que fue educado y arremete con un fino humor ácido contra conservadores e idealistas.

En Esperanza: una tragedia deshace y hace, en ese orden, al emblema del holocausto judío; Anna Frank es una fétida y mentirosa anciana, Hitler es el mayor optimista del mundo, porque... “¿Alguna vez has oído de algo más escandalosamente optimista que la solución final? ¡No solo el hecho de que pudiese existir una solución sino, además, una solución final.” lo dice el profesor Jove, personaje que se ha convertido en el favorito desde esta descabellada idea;Todo lo malo que nos pasa viene por la absurda creencia en que vamos a mejorar. Que la mayor fuente de la miseria en el mundo, la mayor causa de la angustia, el odio, la tristeza y la muerte, no era ni la enfermedad ni la raza ni la religión. Era la esperanza.” Los pesimistas somos los que nos quedamos sentados sin hacer nada. Mientras los optimistas son juzgados por tomar acción. Una teoría que propone Auslander con este personaje es que sin duda alguna, cualquier tipo de educación o de credo que tengamos, nos impide ser libres.

Pero no nos olvidemos de Solomon Kugel, el protagonista de esta novela, a quién lo corroe una desesperada culpa por el peso de su pasado judío, tanto que las primeras palabras para su hijo al nacer fueron “lo siento” (Siento haberte traído a este mundo de desgracia, a este matrimonio cuesta abajo, a esta sociedad llena de culpas retorcidas. Lo siento.)




Precisamente ese sentimiento apestoso que tiene Kugel, por una historia de su pasado, lo hace mirar hacía un pueblo en que no ha pasado nada, y probablemente nunca pasará. Es ahí donde, el querido Kugel, desea empezar una vida junto a su familia, tratando de enseñarle a su hijo lo bonita que puede ser la vida, sin pasado que pese. No para mi hijo, piensa Solomon.

Y como para que no se nos olvide lo graciosa que es la vida, en la nueva casa de la familia Kugel, se hospeda en el desván, una anciana de aspecto espantoso que dice ser, nada menos, que la mismísima Anna Frank. Estuvo encerrada más de setenta años. Y al parecer es la única judía que contando lo de Auschwitz, esboza una irónica sonrisa. 
Todo el pasado que Solomon pensaba dejar atrás, vive en su desván. Ya la madre lo había cargado con el suplicio de pretender ser víctima del holocausto, al punto de llorar cada vez que ve un jabón.

Pero, ¿Por qué alguien estaría escondida tantos años? ¿Qué no era Ana Frank la niña víctima e inocente que murió en el campo de Bergen-Belsen en 1945? No. Ella se había escondido a pedido de su editor para aumentar las ganancias del diario. Nada menos. No fue la niña inocente que todos creíamos. Pero niña, al fin y al cabo, ahora es una vieja del desván, judía y mentirosa. ¿Cómo Solomon podría deshacerse de una viejecilla que dice ser Anna Frank? ¡¿Qué diría la gente?! mucho peso para poco pellejo, pobre Solomon. Todo por cargársela solo. Kugel como tú y yo está esperanzado en un futuro algo mejor pero cargando temas del pasado, a veces sin querer. Kugel somos todos.


Shalom Auslander nos presenta esta y otras sensacionales ideas, como la obsesión de Kugel por las últimas palabras, al principio de la novela. Esta recopilación de datos históricos e irónicos, hacen de Esperanza: una tragedia una idílica lectura.


Altamente recomendable, políticamente incorrecto.




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