A partir de Lamentaciones de un prepucio, Shalom Auslander dejó de ser un importante columnista serio de publicaciones en The New York Times y The New Yorker, y se convirtió en el escritor excéntrico e hilarante que se rebela contra el atavismo ortodoxo en el que fue educado y arremete con un fino humor ácido contra conservadores e idealistas.
En
Esperanza: una tragedia
deshace y hace, en ese orden, al emblema del holocausto judío; Anna
Frank es una fétida y mentirosa anciana, Hitler es el mayor optimista del
mundo, porque... “¿Alguna
vez has oído de algo más escandalosamente optimista que la solución
final? ¡No
solo el hecho de que pudiese existir una solución sino, además, una
solución final.”
lo
dice el profesor Jove, personaje que se ha convertido en el favorito
desde esta descabellada idea;
“Todo
lo malo que nos pasa viene por la absurda creencia en que vamos a
mejorar.
Que la mayor fuente de la miseria en el mundo, la mayor causa de la
angustia, el odio, la tristeza y la muerte, no era ni la enfermedad
ni la raza ni la religión. Era
la esperanza.” Los
pesimistas somos los que nos quedamos sentados sin hacer nada.
Mientras los optimistas son juzgados por tomar acción. Una teoría que propone Auslander con este personaje es que sin duda alguna, cualquier tipo de educación o de credo que tengamos, nos impide ser libres.
Pero
no nos olvidemos de Solomon
Kugel, el protagonista de esta
novela,
a quién lo corroe una desesperada culpa por el peso de su pasado
judío,
tanto
que las
primeras palabras para su hijo al nacer fueron “lo
siento”
(Siento haberte traído a este mundo de desgracia, a este matrimonio
cuesta abajo, a esta sociedad llena de culpas retorcidas. Lo
siento.)
Y
como para que no se nos olvide lo graciosa
que es la vida, en la nueva casa de la familia Kugel, se hospeda
en el desván, una anciana
de aspecto espantoso que dice ser, nada menos, que la mismísima Anna
Frank. Estuvo encerrada más de setenta años. Y al parecer es la única judía que contando lo de Auschwitz, esboza una irónica sonrisa.
Todo el pasado que Solomon pensaba dejar atrás, vive en su desván. Ya la madre lo había cargado con el suplicio de pretender ser víctima del holocausto, al punto de llorar cada vez que ve un jabón.
Todo el pasado que Solomon pensaba dejar atrás, vive en su desván. Ya la madre lo había cargado con el suplicio de pretender ser víctima del holocausto, al punto de llorar cada vez que ve un jabón.
Pero,
¿Por qué alguien estaría escondida tantos
años? ¿Qué no era Ana Frank la niña víctima
e inocente que murió en el campo de Bergen-Belsen en 1945? No.
Ella se había escondido a pedido de su editor para aumentar las
ganancias del diario. Nada menos. No fue la niña inocente que todos
creíamos. Pero niña, al fin y al cabo,
ahora es una vieja del desván, judía
y mentirosa. ¿Cómo Solomon podría deshacerse de una viejecilla que
dice ser Anna Frank? ¡¿Qué diría la gente?! mucho
peso para poco pellejo, pobre
Solomon. Todo
por cargársela solo. Kugel como tú y yo está esperanzado en un futuro
algo mejor pero cargando temas del pasado, a veces sin querer. Kugel
somos todos.
Shalom
Auslander nos presenta esta y otras sensacionales ideas, como la
obsesión
de Kugel por las últimas palabras, al principio de la novela. Esta recopilación de datos históricos e
irónicos, hacen
de Esperanza:
una tragedia una
idílica lectura.
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