sábado, 9 de febrero de 2013

Convaleciente

Cuentan que cuando uno va a morir, lo sabe. Yo lo supe un martes en la mañana. Cuando desperté con una angustia oprimiéndome en el pecho, mi cabeza confundida como si despertara de un mal sueño, sin fuerzas, mis brazo como plomo. No hablemos de lo físico, mi alma era el problema. Sentía un vació, una ausencia. Sentía, como dije, que todo era un mal sueño, una pesadilla. Algo que no podía contárselo a nadie más porque probablemente se reirían de mi. Yo lo sabía, me iba a morir.

Aterrada seguí mi mañana sin quitarme de la mente la idea que pronto moriría. Me serví café, esta vez le presté atención a todo el procedimiento a algo que hacía siempre como rutina. Me quede mirando fijamente el cronometro del microondas 1:50 minutos, contando en reversa. ¿Que pasaría si yo pudiera irme de adelante para atrás? Recordé a Barnes con está pregunta: "¿Qué propósito evolutivo posible podría servir la nostalgia?"  Así que pensé que no era buena idea atormentarme con eso. Creo.

Me paré en medio de mi habitación con la pequeña taza de café entre mis manos. Hacía frío y el vapor del café lo quería en toda mi cara. Abrí los ojos luego de tomar el café y me quede mirando cada cosa que estaba en mi habitación. Y pensar que todo tiene una historia, grande o pequeña eran parte de mi vida, de mi historia y de los que la compartieron conmigo. Pensé que todo eso quedaría en el olvido cuando yo muriera, que sería como si yo no hubiera existido. Empecé a llorar sin saber que no iba a parar.

Ya era casi las 3:00 pm y pensé que tenía que aprovechar el poco tiempo que me quedaba para mí. Me senté frente a la computadora y empecé a borrar fotos, correos que nunca me atreví a mandar y que no pensaba hacerlo después de muerta. No tenía nada vergonzoso en mis redes, ni buzones sociales así que apunté mis claves de FaceBook, Twitter, Blogger, Gmail, Instagram y YouTube en un post-it y lo dejé pegado en la pantalla para que mi madre lo viera y cerrara mis cuentas. No quería ser una muerta con replies, mensajes en mi muro o correos.

Hice lo mismo con mi celular. Si me encontraban en la calle, la lógica que las series como CSI NY me habían enseñado era que lo primero que harían es llamar al último numero marcado. Como yo no pongo nombres normales como madre, hermana o padre. Llamé a Dina Paucar, así estaba en mi directorio mi madre. Una llamada perdida para que luego la llamaran. Importante fue desbloquear mi celular. No quería que perdieran tiempo adivinando 4 numeritos, le facilité el trabajo. En mi habitación revisé mi ropero y tiré medias, brasieres y calzones pasados de moda. Que Zeus me libre de que piensen que aún me ponía esos trapos tan cómodos.

Cayó la noche, me atormentaba pensar en tantos trámites que tenía que hacer, pensé que uno ya no podía ni morirse en paz. Me sentía muy triste, asustada. No pude más, me eché en mi cama y abrí mi lap top. Vi las fotografías que habían quedado. Cuantas historias caben un una fotografía, cuantos recuerdos y olvidos caben en un papel roto o en una carta borrada de Word. Al menos sabía que me iba a morir, era afortunada. Me quede dormida. Era miércoles y me despertó una llamada de "Dina Paucar, mi madre. " Al fin me contestas, son las 3 pm pensé que te había pasado algo! "  Si supieras mamá.

Luego, miré el calendario. Me quedé un momento pensando. Comprendí todo.

Ese miércoles supe porque sentía que me iba a morir. Ese miércoles se cumplía un año de habernos ido. Un año exactamente de separarnos para siempre. Mi recuerdo bloqueó la fecha pero mi cuerpo tiene memoria propia. Abrí los ojos y miré ligeramente al techo sonriendo a medias. Comprendí. Morí un poco cuando nos dejé.

"Cuenta la leyenda que cuando vas a morir, lo sabes. Yo morí un miércoles 15 de agosto y resucité el mismo día. Y tú, ¿ Cuántas veces has muerto?"





Many's the time I ran with you down
The rainy roads of our old town
Many the lives we lived in each day
And buried altogether 
Don't laugh at me

Don't look away.

Bedshaped
Keane.